
La situación en el campo madrileño ha alcanzado un punto crítico debido a la creciente población de conejos, que se está convirtiendo en una pesadilla para los agricultores.
Francisco, un viticultor de Arganda del Rey, ha alzado la voz para denunciar cómo estos animales están devastando sus viñedos. «Se comen los brotes de las vides y eso hace que no salgan», lamenta, reflejando el desánimo que sienten muchos en el sector.
La problemática de la superpoblación de conejos no es nueva; los agricultores han estado lidiando con esta situación durante años. Sin embargo, las recientes lluvias han hecho que el campo esté más verde y exuberante de lo habitual, lo que ha proporcionado un festín para estos roedores.
Con más alimento disponible, los conejos se reproducen a un ritmo acelerado, causando estragos en cultivos de cereales, vides y aceitunas. Los daños son alarmantes: algunos agricultores reportan pérdidas de hasta un 70% en sus cosechas anuales.
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«Está todo roído y por aquí es donde sube la sabia del árbol. Es como si a nosotros nos cortasen la vena y nos desangrásemos; nos moriríamos, pues a la oliva le pasa lo mismo», explica Francisco. La savia es crucial para la salud de las plantas, y cuando los conejos atacan las raíces o el tronco, impiden que esta fluya, dejando a los árboles secos y sin vida.
Ante esta situación desesperante, muchos agricultores han tomado medidas como plantar nuevas olivas y proteger las que aún quedan con barreras físicas. Sin embargo, proteger las vides es un desafío mayor; estas plantas son más vulnerables a los ataques debido a su estructura y crecimiento.
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El problema afecta tanto la economía como al ecosistema agrícola en su conjunto. Los agricultores piden soluciones efectivas para controlar la población de conejos y prevenir futuros daños, ya que cada año se enfrentan a una batalla constante para salvaguardar sus cultivos.
La comunidad agrícola espera que se tomen cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde. Mientras tanto, la lucha contra esta plaga continúa, y con ella, la esperanza de un futuro más próspero para los campos madrileños.