
Cogemos el coche en el corazón de Madrid para recorrer uno de los frentes de obra más grandes y complejos de la capital en los últimos años: la transformación de la A-5 a su paso por Casa de Campo.
La salida por la M-30 hacia la carretera de Extremadura es hoy un paisaje cambiante de grúas, desvíos y maquinaria pesada, un caos transitorio con la promesa de una mejora radical para finales del próximo año. El viaje por esta vía, que usan a diario miles de madrileños, es ahora una «aventura», como define un vecino.
La circulación se mantiene restringida en el túnel de la M-30, donde el carril izquierdo continúa cortado. Pero es al salir a la superficie donde el cambio es más drástico: la antigua calzada de la A-5 ha sido prácticamente eliminada, dejando solo un carril en cada sentido para mantener el tráfico, que se ve obligado a serpentear entre desvíos provisionales y vallas de obra. El acceso peatonal también está interrumpido, con pasos habilitados que cambian constantemente.
La novedad más inmediata para los conductores desde ayer son una serie de cruces regulados con semáforos en una zona antes dominada por glorietas y flujo continuo. «Creo que es peor. Se tarda más en llegar a los sitios», declara una conductora. Estas nuevas interrupciones en el tráfico son una medida necesaria para gestionar los desvíos y garantizar la seguridad, pero suponen un coste añadido en tiempo para los usuarios.
Para los residentes de los barrios aledaños, como Batán o Puerta del Ángel, el impacto de la obra es palpable las 24 horas del día. El estruendo de la maquinaria es constante. «Es horrible. Yo vengo ahora mismo de correr y es imposible. Encima estás al lado de Casa de Campo, que se supone que es tranquilo, pero, aunque estés ahí en medio del bosque, se escucha todo», lamenta una deportista.
A esto se suma el polvo y la complicación para acceder a sus propias casas o moverse por la zona. Una vecina explica las dificultades para un trayecto cotidiano: «Ahora para ver a mi hijo tienes que echar vuelta y merienda. Tienes que ir a la Avenida de Portugal, ir a la Casa de Campo…». A pesar de las molestias, mantiene la esperanza: «Pero bueno, va a quedar precioso».
A pesar del caos, ya se vislumbran los primeros frutos del titánico trabajo. Se pueden ver los primeros túneles ya construidos, por donde circularán los coches en el futuro, mientras se procede a la demolición de los antiguos, como el que lindaba con la Avenida de Portugal.
Mientras, no faltan los curiosos que observan el avance con interés. «Estoy aquí visualizando cómo entra el cemento. Se supone que perforan para que entre cemento y queden las bases del subsuelo firmes», comenta una vecina, tratando de entender el proceso.
La actitud general entre los afectados es de resignación paciente, alimentada por el recuerdo de una obra similar que terminó por mejorar la ciudad. «A ver si acaban esto ya cuanto antes porque todo el polvo y todo eso se traga en casa, pero hay que sufrir un poquito antes. Igual nos pasó con el soterramiento de la M-30 y ha quedado de maravilla todo lo que es el parque del Manzanares», resume un vecino.
El consuelo y la esperanza es que el resultado final, previsto para finales de 2026, convierta la actual pesadilla logística en una conexión más fluida e integrada con el pulmón verde de la capital.
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